Me desperté esta mañana con un sentido persistente de depresión, el humo de los incendios forestales mordiendo mi nariz y desdibujando las montañas hasta sólo parecerse a formas grises. Incendios forestales en mayo. Qué lío esta situación, seguía pensando. Los álamos tienen nuevas hojas verdes y las aves están regresando. Los arroyos en el Valle de Helena están completamente llenos del furioso deshielo embarrado; el paisaje está repleto con las flores de la primavera. Pero al norte, en Alberta y la Columbia Británica, la primavera ha llegado calurosa y árida. Los bosques se están quemando, y vientos fuertes con rumbo al sur están llevando el humo a la parte central de Montana. 

Climate chaos: wildfire smoke obscures the springtime mountains near Helena.
Las flores de Pascua (Anemone patens) florecen cerca de Helena, Montana mientras el humo de incendios forestales esconde las montañas.

Al llegar a media mañana, el humo todavía era una sigilosa manta gris sobre Helena. Pero por alguna razón, después de horas de sentirme claustrofóbico y con el corazón enfermo, después de preguntarme cómo diablos están los millones de aves migrantes primaverales con esta tormenta de humo—por alguna razón mi depresión se transformó. Creo que era por los dientes de león.

Amo los dientes de león. Me encanta verlos en medio de la ciudad de Helena, entre las aceras y el asfalto. Me encanta acordarme de los jilgueritos canarios (Spinus tristis) y los gorriones cejas blancas (Spizella passerina) que veía hace años en el césped de mi papá en Idaho, alimentándose con las semillas. Los dientes de león me recuerdan que, tan trágica y destructiva y fuera de control que sea la vida, nosotros, los seres vivos de la tierra, somos persistentes. 

Destrucción y sanación

Nosotros (los humanos) nos hemos metido en este lío—el caos climático, extinción en masa, sistemas de IA tan inteligentes que están reemplazando nuestros empleos y es posible que nos maten—porque somos innovadores y adaptables. Como los castores, las hormigas y los perritos de las praderas, somos ingenieros de los ecosistemas: de maneras grandes y pequeñas, cambiamos el mundo alrededor de nosotros.

Pienso que nosotros, como sociedad, nos hemos metido en este lío actual por tratar las criaturas cerca de nosotros como enemigos o inconveniencias y por enfocarnos demasiado en la competencia, en ganar riqueza y éxito a costa de otro. Y por enfocar nuestro ingenio en destruir, explotar y combatir, podemos crear (y a veces sí creamos) el infierno en la tierra. 

Pero somos también curanderos, capaces de benevolencia increíble y hermosura grande. Y aunque ahorita estamos amenazando nuestra propia sobrevivencia y la de tantas otras especies en esta tierra, podemos igualmente poderosamente encontrar maneras de sanar. 

Los dientes de león y los picos árticos

Cuando me acuerdo que los dientes de león pueden crecer por grietas en la acera, de alguna manera me ayuda a aguantar el humo. Los incendios forestales en mayo aún me ponen muy inquieto. Pero a pesar de eso, todavía somos parte de un mundo lleno de vida que quiere florecer. 

A honeybee visits dandelion flowers near downtown Missoula, MT.
Una abeja visita las flores de los dientes de león en el centro de Missoula, Montana.

Los picos árticos (Picoides arcticus) crían sus polluelos en los bosques quemados, y la inundación trae nuevos parches de álamos y sauces a nuestros arroyos. La vida es complicada, a veces trágica—y también inesperadamente linda.

Mientras me voy de Helena esta mañana, manejando para pasar unas semanas en Missoula, puedo escuchar los picogruesos norteños (Coccothraustes vespertinus) silbando cerca de Tenmile Creek. Cuando paro cerca de McDonald Pass para escribir, puedo ver las moscas y las abejas polinizando las flores de Pascua (Anemone patens), manchas de morado primaveral floreciendo a pesar de este mar de humo.

Mientras que aún haya plantas, insectos y aves cerca de nosotros—mientras que aún estemos vivos—no es demasiado tarde para sanar. Gracias a ustedes, dientes de león.

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