El 18 de noviembre de 2018 era un día ventoso en Helena, Montana, EE.UU. En el sitio de restauración al lado del Arroyo Sevenmile, las ramas de los árboles del paraíso (Elaeagnus angustifolia) bailaban en la brisa, colgando sus frutas harinosas y dejando ondear sus marchitadas hojas blancas. Y ahí, trepando despacio entre las ramas, había un puercoespín (Erethizon dorsatum). Su pelo de guarda claro temblaba mientras raspaba la corteza interna del árbol y la comía.
Dos semanas después, lo vi otra vez. Con el tiempo frío, la mayor parte de la superficie del arroyo se había congelado. Quedaba un parche pequeño de agua no congelada, borboritando fríamente hacia adelante y luego desapareciendo otra vez bajo el hielo. Y cerca, sobre una cornisa de hielo, estaba el puercoespín.
Ignoraba por completo mi presencia en la ribera inclinada sobre él. Cabeza abajo, parecía que encontraba algo para comer en la cornisa espesa de hielo. Descendí por la pendiente de la ribera hacia el puercoespín y él siguió despreocupado, ignorándome mientras que me acerqué a unas yardas de él.
Dejé la mochila sobre el hielo, saqué la cámara y empecé a filmar. El puercoespín se veía cómico, la cabeza todavía bajada y fuera de la vista. Se parecía a un bulto marrón bordeado por un halo del pelo de guarda largo y leonado. Miré mientras que anduvo como un pato hacia un aliso (Alnus incana) cerca del agua, la cabeza todavía escondida detrás del cuerpo. ¿Qué hacía?
El puercoespín y la cornisa de hielo
El puercoespín trepó lentamente sobre las ramas del aliso, considerando bien cada paso que hacía. Olisqueó una ramita latente y gris del aliso, pero la rechazó. Se detuvo brevemente donde una manta de nieve cubría un tronco caído y empezó a consumir cristales de nieve, aspirándolos con delicadeza. Aparentemente, mientras el agua del arroyo que aún estaba fluyendo permaneciera difícil de alcanzar, el agua congelada de la nieve era la bebida preferida del día.
Finalmente, el ritmo meticuloso del puercoespín le llevó al otro lado del aliso. Ahí, justo a la orilla de la cornisa de hielo, vi la criatura bajando la cabeza para roer algo. Otra vez, no pude ver precisamente lo que comía. Con la nariz temblando y el cuello estirado, el puercoespín enfocaba la atención en la orilla helada.
¿Qué acontecía? Me acerqué un poco más. Desde esta perspectiva, pude ver que roía el hielo. Los incisivos esmaltados masticaban con un sorpresivo ruido áspero mientras que raspaba el hielo de la cornisa. Otra vez, solamente podía suponer que se conformaba con el agua helada mientras que el agua no congelada se quedara difícil de acceder. No obstante, ¿cómo podría yo realmente saber lo que experimentaba el puercoespín? Tal vez de hecho disfrutaba roer el hielo. ¿Podría ser este el equivalente a los postres en la sección de congelados de un supermercado para un puercoespín?
Topándome con un puercoespín
El problema cuando uno se acerca mucho a un roedor manso, espinoso y desatento se presenta cuando ese roedor se sorprende. Mientras raspaba el hielo, el puercoespín había permanecido varias yardas lejos de mí, al otro lado del aliso joven. Y, como yo pronto sería capaz de confirmar, permanecía completamente ajeno a mi presencia. Pero entonces, claramente habiendo acabado su comida, empezó a trepar hacia mí.
Sus movimientos eran lentos y ridículamente torpes. Sin embargo, el puercoespín no tenía que andar mucho para llegar a mí. Y aún seguía totalmente inconsciente de que me estaba sentado en la ribera inclinada al lado de la cornisa de hielo. Me había acomodado un poco demasiado para poder escapar de repente. Y yo estaba directamente en el camino del puercoespín.
No era una situación para la que me había preparado. El puercoespín ya estaba menos de una yarda de distancia. Y por más que habría disfrutado contar a la gente que me había topado con un puercoespín – literalmente – no me gustaba el pensamiento de las posibles consecuencias espinadas. Empecé a hablarle al roedor, ahora demasiado cercano, con voz baja y calma.
De inmediato, su comportamiento cambió por completo. El puercoespín hizo unos sonidos de tarareo y se infló, levantando el pelo de guarda y las púas cortas pero dolorosas. Me dio la espalda, las púas de defensa extendidas, y se retiró con movimientos torpes, andando lentamente a través del hielo hacia el otro lado del arroyo. ¡Uf! ¡Logramos evitar desastre!
Escape en las ramas
Pedí disculpas al puercoespín por perturbarlo. Él descansó ahí brevemente, una pelota espinosa, dos veces el tamaño de lo que había sido antes. Su pelo de guarda permaneció extendido alrededor de su cuerpo como una cola de guajolote imponente y tridimensional.
Poco a poco, se recuperó de la sorpresa. Bajó las púas y el pelo de guarda. Sin embargo, mi presencia inesperada no era algo para ignorar.
A pesar de su paso torpe, el puercoespín era un escalador bien capaz. Sólo minutos después de su pausa al borde del hielo, lo vi metódicamente ascendiendo un pequeño árbol del paraíso al otro lado del arroyo, escapando en el dosel. Sus almohadillas espesas y gomosas y sus garras robustas le ayudaron a moverse con destreza de una rama a otra. Cuando lo dejé en paz unos minutos después, había encontrado un lugar en el que posarse a media altura en el árbol del paraíso. Ahí permaneció mientras que me fui, temblando la nariz y absorbiendo la luz solar de la tarde.
Guarida y comida
Vi el puercoespín algunas veces más durante ese invierno. Bajo un camino vehicular rara vez usado había un conducto viejo de metal. Ahora seco, en los años anteriores había transportado el agua de riego bajo el camino. Para el puercoespín, el conducto seco se había transformado en un lugar bien protegido para una guarida invernal. Lo encontré ahí en algunas ocasiones. A veces descansaba justo dentro de la entrada. Una vez lo hallé muy en el fondo, una figura grande y marrón que reflejaba el brillo de la linterna. El suelo del conducto consistía en una alfombra espesa de caca de puercoespín. Claramente este individuo, u otro, había estado acá también en inviernos pasados.
Otros días vi el puercoespín en los árboles del paraíso, removiendo la corteza interna con los incisivos anaranjados. Lo miré comiendo también las frutas del árbol del paraíso. Usaba sus sorprendentemente ágiles patas delanteras para llevar las frutas a la boca.
En cierto momento, probó suerte, trepando despacio cada vez más alto en una rama delgada del árbol del paraíso. Vi la rama curvar más y más hasta que el puercoespín colgaba patas arriba, aferrándose con las cuatro patas, aún comiendo las frutas con concentración. Al fin, la rama se quebró con un chasquido, y el roedor se fue cayendo. Pero otra vez, el puercoespín se mostró inesperadamente ágil a reaccionar, agarrando una rama más baja mientras caía.
Desapariciones
Al llegar al principio de marzo, el puercoespín había desaparecido del área. A lo largo de la primavera y el verano, no vi ningún rastro de él. Pero volvió el invierno siguiente, ocupando el conducto otra vez. Por lo menos sospeché que era el mismo individuo, dado que usaba el mismo conducto como guarida.
Cerca de Helena, todavía escucho a otros naturalistas mencionando observaciones de los puercoespines de vez en cuando. Pero más al occidente en Montana, los puercoespines han desaparecido casi totalmente. Un artículo por Ellen Horowitz, publicado en la revista Montana Outdoors en 2015, describe su declive misterioso en los bosques de coníferas al oeste de la Divisoria Continental. Alguna vez comunes en aquellos bosques, los puercoespines se han vuelto extremadamente raros allá desde la década de 1980. Y nadie sabe bien por qué.
Hablé con Jessy Coltrane, una bióloga en el Departamento de Peces, Animales y Parques de Montana, para obtener noticias actuales sobre los puercoespines en el oeste de Montana.
“Si encuentras un puercoespín, es como encontrar un unicornio,” me dijo.
Los puercoespines siguen siendo muy raros al oeste de la Divisoria Continental. Cuando se los ve, es más común hallarlos en los hábitats caducifolios de baja altura, cerca del agua. Jessy me contó que ha habido un puñado de observaciones recientes en los bosques de coníferas de gran altura – una señal esperanzadora. Pero estas observaciones extremadamente raras no se comparan para nada con las de la década de 1960. En ese entonces, los puercoespines eran tan abundantes que algunos empleados del Servicio Forestal lograban disparar a 30 o 40 en un solo fin de semana, considerándolos (erróneamente) una amenaza a los árboles maderables.
Pocos nacimientos, múltiples maneras de morir
Aunque sí los puercoespines se alimentan de cortezas de árboles durante el invierno, la realidad es que estos roedores lentos hacen poco daño a los bosques. Pero los humanos sí han hecho mucho daño a los puercoespines a través de los años. Estos animales son longevos y se reproducen lentamente. Las hembras dan a luz a un solo bebé como máximo cada año. La preñez lleva al límite sus reservas de grasa. Con el estrés de nuestros duros inviernos, puede tomar dos años hasta que una hembra tenga grasa suficiente para dar a luz otra vez. Los puercoespines se reproducen casi tan lentamente como el oso gris (Ursus arctos), me cuenta Jessy.
Y a pesar de sus púas protectoras, hay múltiples maneras en que un puercoespín puede morir. El invierno es un desafío severo para estos roedores que subsisten con las cortezas y ramitas, las dos bajas en calorías. Alguna gente aún tira a los puercoespines sólo por diversión. Otros de estos animales se pierden atropellados en las carreteras. Y algunos depredadores – o sea, los pumas (Puma concolor) y las martas pescadoras (Martes pennanti) – son expertos en cazarlos.
Los días de matar a los puercoespines con salegares envenenados con estricnina ya se han terminado, por lo menos en las tierras federales. (Esta práctica se acabó durante la década de 1970.) No obstante, la recuperación es una lucha ardua para un animal que se reproduce tan despacio como un oso gris y todavía no tiene ninguna protección legal en el Estado de Montana.
El hábitat para los puercoespines
En el sitio de restauración cerca del Arroyo Sevenmile, los puercoespines también han desaparecido. En septiembre de 2020, un incendio se propagó por el área, quemando la mayoría de los arbustos. Los arbustos se han recuperado rápidamente, brotando de nuevo desde las raíces. Sin embargo, la disponibilidad de cortezas y refugio invernal se mantiene escasa. El hábitat se ha vuelto marginal para los puercoespines. Desde el incendio, no he visto ningún puercoespín en el área.
¿Has visto puercoespines recientemente? Conociendo a éste – y viéndolo roer el hielo, cosechar las frutas de los árboles del paraíso y realizar acrobacias en las ramas – me ha dado un afecto profundo para estos roedores mansos. Y saber que parecen estar en dificultades hace cada encuentro con ellos aún más especial.
Mientras los arbustos sigan creciendo de nuevo en los años que vienen, voy a estar pendiente de las marcas reveladoras que dejan los incisivos de los puercoespines cuando se alimentan en el invierno. Voy a estar revisando el conducto donde la caca de los puercoespines se ha acumulado por varios años, apuntando mi linterna hacia adentro y esperando encontrar un roedor voluminoso. Y algún año, con suerte, un puercoespín volverá.
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Horowitz, E. (2015). Where have all the porcupines gone? Montana Outdoors, March/April 2015. Recuperado de https://issuu.com/montanaoutdoors/docs/porcupines
Mally, K.A. (2008). Hierarchical summer habitat selection by the North American porcupine in western Montana. M.S. Thesis, University of Montana. Recuperado de https://scholarworks.umt.edu/cgi/viewcontent.cgi?article=1534&context=etd
Neitro, W.A. (1970). A permanent type poison station for porcupine control. Proceedings of the 4th Vertebrate Pest Conference. Recuperado de https://core.ac.uk/download/pdf/188055102.pdf
Me encantó esta historia. Muchas gracias ♥️
Me da mucho gusto saberlo, muchas gracias Ismara!