30 de julio de 2023
“Sabemos dónde están las aves. Pero no sabemos dónde están muchos de los mamíferos,” me dice Cody Lane. Estamos caminando a través de un parche joven y frondoso de álamos temblones (Populus tremuloides) en el Valle del Río Hoback del noroeste de Wyoming, Estados Unidos. Nuestra meta es poner trampas para atrapar roedores vivos.
La ladera está cubierta en una profusión vegetal que alcanza a nuestras cinturas. Hay flores, gramíneas y álamos temblones jóvenes. Todos están iluminados suavemente por el sol a punto de ponerse. Si no fuera por los árboles muertos color carbón que parecen vigilar alrededor de nosotros, no adivinarías que un incendio intenso de septiembre arrasó este paisaje hace cinco años.
Cody está recorriendo una maraña lila de la malva silvestre (Iliamna rivularis) que se intercala con matas amarillas brillantes de Senecio serra. Llega a la próxima trampa, una caja rectangular de metal un poco más grande que una calabacita. Es decir, el tipo de calabacita que puedes conseguir en un supermercado, no los monstruos entusiastas que los jardines suelen producir a finales del verano. Cody remueve la bola de cebo de la noche anterior y me la da, una mezcla apetitosa de avena y mantequilla de maní. “Se parece a Captain Crunch,” dice, haciendo referencia a una marca de cereales. Él la reemplaza con una bola fresca de cebo. Ojalá que la nueva bola, con su fuerte olor a maní, atraiga un roedor.
Los colchones de perro y un grevól engolado
Cody también añade un manojo amplio de aislamiento térmico—en este caso, el relleno esponjoso de un colchón de perro.
“Éste es como el altiplano himalayo de Norteamérica—increíblemente frío, increíblemente seco,” me cuenta Cody. Ha esperado hasta julio para empezar a atrapar los mamíferos pequeños, pero aun así, las temperaturas mínimas de las noches no son mucho más de los 40°F. El aislamiento térmico mantendrá caliente un roedor atrapado hasta que revisemos las trampas en la mañana.
Cuesta abajo, la técnica de campo Lauren Tate está yendo de trampa a trampa también, haciendo la misma cosa como nosotros. No lo adivinarías entre el manchón de flores y álamos temblones, pero están cien trampas sobre esta ladera, colocadas en una cuadrícula precisa de 90 metros por 90 metros.
Mientras Lauren continúa de trampa a trampa, ella sobresalta a un grevól engolado (Bonasa umbellus). El grevól vuela con un zumbido sorprendido y se posa en un carbonizado pino muerto. La mayoría de las aves ya se ha vuelto callada durante estos días tardes del verano, pero podemos oír las vocalizaciones agudas de algún papamoscas en la distancia.
“¿Un papamoscas boreal [Contopus cooperi]?” le pregunto a Cody.
“Sí,” contesta, “anidan en el bosque quemado. El año pasado atrapamos uno [en una red de niebla].”
De las aves a los topillos
Cody está estudiando su maestría en la Universidad de Montana, y el área donde caminamos esta tarde es uno de sus sitios de investigación. Está cerca del borde del incendio forestal Roosevelt, que quemó más de 61000 acres y 55 casas en septiembre de 2018 antes de que los bomberos y un cambio en los vientos acabaran de ponerle fin a su escapada. Ahora, cinco años después, Cody está investigando cómo la vida silvestre ha respondido.
Su investigación está especialmente enfocada en las aves. Usa redes de niebla y conteos desde puntos durante la estación reproductiva para comparar la comunidad aviaria entre áreas quemadas y áreas no quemadas. Sin embargo, su maestría sólo es una parte de un proyecto aún más grande dirigido por la Ricketts Conservation Foundation. En general, el proyecto investiga cómo los animales del Valle del Río Hoback—de las aves cantoras a los uapitíes y los topillos—reaccionan a los incendios, tanto en los bosques del álamo temblón como en los bosques coníferos. Esta noche, nos estamos enfocando en los topillos y en los otros mamíferos pequeños.
Los álamos temblones y los mamíferos pequeños
Los bosques del álamo temblón son lugares maravillosos para la biodiversidad. Y si yo aún no lo supiera, esta caminata lo haría claro. Después del incendio, la malva silvestre ha crecido con desenfado, formando parches tan exuberantes como los de un jardín. Los brotes del álamo temblón que crecen desde hace cinco años ya son tan altos como yo. Unos gorriones corona blanca (Zonotrichia leucophrys) pían agitados desde los árboles jóvenes, donde los pequeños nidos hemisféricos de los papamoscas matorraleros (Empidonax oberholseri) se esconden. Una letanía de flores moradas cubre la ladera: entre otras están las asteráceas Erigeron speciosus, Eurybia integrifolia, Eucephalus engelmannii y Symphyotrichum ascendens. Más cuesta arriba, los espacios abiertos entre los álamos temblones están cubiertos con las alegres flores amarillas y las hojas con textura de lija del girasol Helianthella uniflora.
Pero ¿qué hay de los mamíferos pequeños? Sabemos que deben estar por aquí, escondiéndose dentro de esta comunidad frondosa de plantas. Pero podríamos pasar días enteros caminando por aquí sin ver ni un solo topillo, mucho menos aprender más de cuáles especies hay. Y es por eso que necesitamos un esfuerzo así, para atrapar a los roedores y mantenerlos vivos. Vamos a volver a las trampas temprano en la mañana para medir, identificar y marcar cualquier roedor que atrapemos. Después los soltaremos para seguir con sus vidas.
“Probablemente vas a poder ver algunos topillos chéveres mañana,” dice Cody.
Cómo contar los topillos
Estamos de vuelta entre los álamos temblones a las 6:15 de la mañana mientras una impresionante salida del sol anaranjada se destiñe entre las nubes pasteles. Nos separamos en dos equipos para revisar las trampas. Alan Moss y Josh Lefever forman un equipo. Mientras tanto, yo acompaño a Cody y a Brooke Bowman, una bióloga de aves que es tan nueva en atrapar los mamíferos pequeños como yo.
Las primeras trampas que revisamos están vacías. Pero después de unos minutos, llegamos a una trampa que contiene un “amigo peludo.” Cody vacía el contenido, tanto el mamífero como el aislamiento térmico, en un ziploc del tamaño de un galón para poder verlo mejor. Entonces agarra el topillo firmemente por el cogote, llevando guantes (los roedores pueden transmitir una variedad de enfermedades) y lo saca de la bolsa.
“¡Este podría ser el topillo más grande que nunca hemos atrapado!” exclama.
Él y Brooke trabajan juntos para darle al topillo una etiqueta de aluminio, estampada con un número, en la oreja. Luego, usamos un marcador para pintarle el vientre con una línea verde espesa. Esta investigación implica tres noches consecutivas de trampeo por aquí. Nos interesa especialmente cuántos de los mismos topillos volveremos a capturar noche a noche. Según esta proporción, podremos estimar el tamaño de la población de cada especie y compararlos entre los sitios de investigación.
Los topillos colilargos y otras especies
El topillo está forcejeando desesperadamente en la mano de Cody. Intenta escapar lo que probablemente le parece ser un depredador enorme. Afortunadamente para él, esta experiencia extraña acabará pronto. Solo nos toma uno o dos minutos para marcar, medir y soltar cada animal.
Basado en un examen cuidadoso de los genitales, Cody determina que este topillo es un macho. Como la mayoría de los topillos, tiene una cola relativamente corta (en comparación con los ratones), un pelaje gris y un hocico romo. Pero identificar los topillos al nivel de especie es otra cosa, algo muy difícil.
Hasta ahora, el equipo de Cody ha encontrado tres especies de topillos en este parche de álamos temblones. Los topillos de espalda roja sureños (Myodes gapperi) tienen características más o menos distintivas. Pero los otros—los topillos montanos y colilargos (Microtus montanus and M. longicaudus)—constituyen un rompecabezas grande, coincidiendo bastante en su apariencia.
Con este topillo en la mano, tenemos mejor chance de identificarlo. Pero hasta en la mano, la identificación es un gran desafío. En el pasado, los mastazoólogos han solido trabajar con ejemplares muertos; examinar los dientes minuciosamente facilita distinguir las especies.
Cody revisa este topillo cuidadosamente y realiza unas mediciones del cuerpo. Este topillo tiene una cola inesperadamente larga, de unos 70 milímetros. La mayoría de los topillos tiene la cola mucho más corta. La proporción inusual entre cola y cuerpo le asegura a Cody que éste es un topillo colilargo.
De topillos y ratones
Volvemos a revisar las trampas y seguimos encontrando muchos topillos montanos o colilargos. Una gran proporción son jóvenes que nacieron este año. Los topillos son una presa popular para muchos depredadores—de los cernícalos, búhos y gavilanes a las serpientes, comadrejas y coyotes. Se reproducen rápidamente y suelen morir jóvenes.
Las poblaciones de los topillos suelen fluctuar mucho año a año, y este sitio no es ninguna excepción. “Aquí no atrapamos ni un solo topillo el año pasado,” me dice Cody. Este año, parecen ser tan comunes como los ratones ciervo.
Una brisa suave empieza a soplar. Podemos escuchar trozos del canto de un papamoscas matorralero desde la base de la ladera. Dos pájaros carpinteros—o picos tridáctilos americanos (Picoides dorsalis) o picos árticos (Picoides arcticus)—están tamborileando desde los coníferos quemados de la ladera opuesta. Cuando llegamos a la próxima trampa, encontramos un ratón ciervo (Peromyscus maniculatus). Es fácil confirmar que es un ratón en vez de un topillo. Tiene las orejas mucho más grandes y la cola más larga, con pelo gris arriba y pelo blanco abajo. Y aunque es difícil identificar los topillos al nivel de especie, identificar los ratones por aquí es fácil. El ratón ciervo es la única especie que Cody y su equipo han encontrado en sus sitios. Estos ratones, bien conocidos como ladrones de despensas, son adaptables y comunes a través de muchos hábitats en Norteamérica.
Cody examina los genitales y nos dice que éste es un macho adulto. Los ratones adultos suelen ser más grandes, con el pelo más pardusco, mientras que los jóvenes son más pequeños y grises.
Los topillos de espalda roja
En cuanto liberamos al ratón ciervo y él huye, Alan y Josh nos llaman desde cuesta arriba. ¡Han atrapado un topillo de espalda roja!
Este individuo parece sutil pero claramente diferente de nuestros otros topillos, con pelo herrumbroso en la espalda y las orejas un poco más grandes. Es una especie altamente asociada con hábitats boscosos en las montañas, especialmente los que tienen árboles viejos y troncos caídos. En el libro Wild Mammals of Wyoming and Yellowstone National Park, Steven Buskirk escribe que esta especie habitaba una extensión más amplia durante el Pleistoceno, cuando los bosques eran más extensos. Mientras los glaciares se retiraban y el clima se calentaba, la distribución de los topillos de espalda roja se restringió a las montañas. En estos hábitats persisten, una presa preferida de animales como la marta (Martes americana) y el mochuelo boreal (Aegolius funereus).
“Son hermosos. Topillos magníficos,” dice Cody.
Una ciudad nocturna
Al llegar a las 8:00 am, hemos revisado todas las 100 trampas y atrapado 26 mamíferos, todos topillos o ratones ciervo. Pero la mañana anterior, el equipo atrapó una tuza de montaña (Thomomys talpoides)—y a veces una ardilla voladora o una comadreja aparece en una trampa.
Esta mañana me ha abierto los ojos a una comunidad de la que ya sabía, pero que no suelo considerar mucho: una ciudad animada de roedores nocturnos generalmente sólo vislumbrados fugazmente. Y se me ha planteado más preguntas. ¿Cómo es que todos estos ratones y topillos logran compartir el espacio?
La respuesta es compleja y no completamente entendida, aunque estudios previos dan algunas pistas. Los ratones y los topillos se distinguen por sus dietas. Los ratones ciervos se alimentan de semillas, insectos y hasta huevos de aves. Por otro lado, los topillos se alimentan mayoritariamente de vegetación verde—aunque el topillo de espalda roja sureño también come hongos e invertebrados.
¿Competencia entre topillos?
¿Cómo podría ser que las tres especies de topillos compartan este espacio? Investigando los topillos en el cercano Parque Nacional de Grand Teton a finales de los años 1960, Tim Clark descubrió que estas tres especies además del topillo de pradera (Microtus pennsylvanicus) coincidían en algunos hábitats, como parches del álamo temblón. Sin embargo, se diferenciaban considerablemente en su abundancia entre hábitats diferentes.
El topillo de pradera, por ejemplo, fue la especie menos atrapada entre los álamos temblones, pero fue abrumadoramente común en los pantanos de sauce. Dado que todas las cuatro especies parecen tener similares dietas y patrones de actividad, Clark propuso que las especies competían entre sí, empujándose a los extremos del hábitat para los que cada especie estaba mejor adaptada. Descubrió que los topillos de pradera, por ejemplo, eran más comunes en los hábitats más húmedos, mientras que los topillos montanos ocurrían en áreas más secas donde no había otras especies.
¿Los topillos espalda roja, montanos y colilargos están compitiendo en este bosquecillo del álamo temblón, empujándose a los bordes? No sé, pero es una hipótesis interesante para considerar.
Una imagen de un mundo escondido
Mientras caminamos de vuelta al carro, las hojas de los álamos temblones susurran suavemente en la brisa. Un gorrión de Lincoln (Melospiza lincolnii) está cantando cerca del arroyo, evocando memorias de otros días veraniegos que he pasado en lugares como esto. En los años que vienen, estudios como esto nos ayudarán entender mejor las maneras en las que la comunidad viva se restaura después de un incendio. Pero ya esta investigación me ha dado un vistazo increíble de la vida generalmente no vista entre los álamos. Esta ladera frondosa no sólo alberga gorriones de Lincoln, papamoscas matorraleros, grevoles engolados y extensiones de la malva silvestre. También es un lugar donde los ratones ciervo guardan semillas para el invierno. Los topillos colilargos pastan aquí; los topillos de espalda roja se esconden de los búhos; y las tuzas de montaña baten el suelo.
Es un vislumbre a un mundo que se esconde entre las hojas de los álamos temblones—y eso es bastante especial.
Lee más
Buskirk, S.W. (2016). Wild mammals of Wyoming and Yellowstone National Park. Berkeley, CA: University of California Press.
Clark, T.W. (1973). Local distribution and interspecies interactions in microtines, Grand Teton National Park, Wyoming. Great Basin Naturalist 33(4):205-217.
Pennsylvania Game Commission. (2021). Mice and voles. Recuperado de https://www.pgc.pa.gov/Education/WildlifeNotesIndex/Documents/MiceNVoles.pdf