Podcast bilingüe de la naturaleza

21 de junio de 2023

Stormy afternoon skies over Spokane Bay.
El cielo tormentoso sobre Spokane Bay durante la tarde.

Vine a Spokane Bay en el solsticio de verano sin ninguna intención de escribir algo nuevo. Remando por Hauser Lake, en la parte oeste de Montana, desde la casa de mi amiga Margaret, mi idea había sido, más bien al contrario, escapar de mi oficina en la casa y mis varios proyectos de escribir. Pensé que tal vez encontraría inspiración entre los seres silvestres para presentar otro artículo a una revista para publicación.

Pero cuando mi kayak y yo llegamos a la bahía bajo un inquieto cielo gris, con las golondrinas risqueras (Petrochelidon pyrrhonota) y los vencejos pecho blanco (Aeronautes saxatilis) volando cerca al agua bajo el taciturno banco de nubes, algo sobre el día y el lugar y su diversidad de vida me hizo querer compartirlo.

En parte, fui inspirado por el blog de Chris Helzer, The Prairie Ecologist. Chris, basado en Nebraska, escribe con curiosidad sin remordimientos sobre la vida cerca de él, su pasión por las criaturas y acontecimientos innumerables llevándolo de una planta a un insecto en una manera que me hace tener la esperanza que algún día tendré la oportunidad de deambular en la naturaleza con él. Entonces gracias, Chris, por la inspiración. Que disfrutes mis contemplaciones naturalistas en uno de mis lugares especiales, Spokane Bay

La botánica en la bahía

The steep east slope.
La ladera inclinada con cara al este.

Apenas había entrado en la bahía y ya se me había distraído de cualquier objetivo que pudiera haber tenido. La brisa, soplando débilmente desde el sureste tras una tormenta, empujaba mi kayak contra una ladera inclinada con cara al este. Tomé unos minutos para apreciar la diversidad de plantas ahí.

La ladera era una mezcla inquieta de plantas nativas y no nativas. Todas contaban una historia sobre la interacción de humedad y sequedad, rocas desplazándose, la dispersión de semillas y el crecimiento improbable. Cerca del borde del agua, la invasiva dulcamara (Solanum dulcamara) estaba en plena floración, sus flores en lindos racimos llamativos de estrellas de morado profundo. En el otoño, las flores se convierten en bayas rojas nauseabundas y jugosas que los gorriones corona blanca (Zonotrichia leucophrys) comen, dispersando semillas de las que germinan plántulas nuevas para formar matorrales de enredaderas que desplazan a las plantas nativas del borde del agua.

Cerca de la dulcamara estaba una balsamina nativa (Impatiens sp.). Hay dos especies en Montana, Impatiens ecalcarata e Impatiens aurella, las cuales se pueden distinguir cuando florecen. Las dos son poco comunes, conocidas como Especie de Atención Potencial y Especie de Atención, respectivamente. Sin embargo, he visto las dos en el Valle de Helena.

Jewelweed (Impatiens sp.)
La balsamina (Impatiens sp.)

Más alto en las rocas estaba una especie nativa de Mentzelia, probablemente Mentzelia decapetala, aquella planta que atrapa insectos y cuyas flores abren al atardecer que conocí el verano pasado. Cuesta arriba estaba una franja del pasto espiguilla (Bromus tectorum), sus cabezas de semilla secándose. También había unos tallos del beleño negro (Hyoscyamus niger), una frondosa planta bienal, llamativa y altamente tóxica, que prefiere crecer en el suelo perturbado.

Black henbane (Hyoscyamus niger).
El beleño negro (Hyoscyamus niger).

Golondrinas en la lluvia

Mis observaciones fueron acortadas por las primeras gotas grandes de lluvia cayendo desde la tormenta inminente. Empecé a remar fuerte a través de la bahía hacia el muelle. Remaba cara al viento que de repente se hacía más fuerte, las olas abofeteando la proa de mi kayak y salpicando mis lentes con agua.

Llegué a la orilla y busqué refugio bajo un viejo sauce (Salix fragilis) antes que el chaparrón empezara en serio, soplando a través de la bahía en suaves cortinas grises. Las golondrinas permanecían muy activas, bailando por el aire y rozando el agua, haciendo descensos aleteados y planeos ascendentes entre las gotas de lluvia. La mayoría de ellas eran golondrinas risqueras, las cuales anidan en las rocas una cuarta de milla lejos. A veces vi golondrinas verdemar (Tachycineta thalassina), alas aserradas (Stelgidopteryx serripennis) y ribereñas (Riparia riparia) también. Los vencejos pecho blanco, que aparentemente anidan en los riscos más aguas abajo, se habían ido.

Pronto me encontré sentándome en cuclillas al borde del agua bajo el sauce, donde el frondoso dosel verde desviaba la mayoría de la lluvia. Estaba intentando, con poco éxito, capturar el baile de más de treinta golondrinas sobre el agua. Era un baile hecho aún más mágico por saber que muchos de nuestros insectívoros aéreos están en declive. En Montana, por lo que sé, tenemos casi ningún dato cuantitativo sobre los posibles declives a largo plazo en los insectos aéreos que las golondrinas necesitan para alimento. Sin embargo, he escuchado anécdotas inquietantes de algunas personas que han vivido en el área por mucho tiempo. Dicen que los números de insectos salpicados en el parabrisas al manejar han caído mucho en las últimas décadas. En cualquier caso, el baile de las golondrinas es algo especial para mirar.

Cliff swallows foraging in the rain.
Golondrinas risqueras se alimentan en la lluvia.

Sin palabras

¿Cómo se puede capturar la biodiversidad en una historia? Después de media hora, la lluvia había pasado cuando vi una golondrina bicolor (Tachycineta bicolor). La monótona luz gris tocaba su espalda de azul reluciente mientras sobrevoló el agua, casi rozando las ondas. Ya había visto cinco especies de golondrinas acá en una sola tarde. Había cientos de especies de plantas, varias de ellas nativas y otras no, cada una con su propia historia.

Los cantos de los praderos del oeste (Sturnella neglecta) hacían eco llorosamente desde el otro lado del lago. Una polluela sora (Porzana carolina) relinchó, escondida en el humedal de espadañas (Typha sp.) donde el arroyo desembocaba en la bahía. No hay manera en la que pueda capturar este lugar en una historia, decidí, ni quiero. Este lugar, y otros como él, existen y viven y respiran fuera de estas palabras. Y eso es parte de su hermosura. Pero lo que sí puedo hacer es celebrar este mundo vivo que respira cerca de mí. Les puedo agradecer con palabras inadecuadas a estas plantas que hablan a través de donde escogen crecer, a estas golondrinas que bailan como atletas sobre las ondas. Y tal vez mis palabras te inspirarán a buscar tus propios lugares especiales, a aprender de las criaturas allí y encontrar maneras de agradecerles por todo lo que nos dan.

Con esos pensamientos, otra vez dejé de listar y describir todo. (Pero sí hice una lista de aves, y al fin de la tarde había alcanzado a 39 especies.) En vez de listar toda la vida cerca de mí, deambulé, pausando donde mi curiosidad me llevó. Me tomé el tiempo para escuchar, oler y apreciar. Altamente recomiendo días como esto.

Desde los chinitos hasta la Lewisia

Russian-olive (Elaeagnus angustifolia) flowers.
Las flores del árbol del paraíso (Elaeagnus angustifolia).

El árbol del paraíso (Elaeagnus angustifolia) aún florecía, aunque la lluvia había lavado la mayor parte del olor empalagoso de sus flores. Detecté un nido relativamente plano de palos en medio de las ramas y me retiré inmediatamente. Un par de chinitos (Bombycilla cedrorum) estaba cerca, dando sus trinos, y sospeché que el nido podía ser el suyo. En efecto, con unos 30 metros de distancia, fui recompensado con una vista breve de uno de los adultos volando al nido.

No quería acercarme más y perturbarlos, pero esperaba sacar una foto del nido. Por eso tomé la mala decisión de subir a una ladera demasiado empinada para verlo de arriba. Subí con éxito, pero el nido desapareció, bien escondido entre las ramas.

An American robin pausing between song phrases.
Un mirlo primavera para entre frases de su canto.

Pero el ascenso me puso a la misma altura de un mirlo primavera (Turdus migratorius), por turnos acicalándose y cantando desde otro sauce. También me dio una buena vista hacia la desembocadura de Spokane Creek. Allí nadaba una flotilla pequeña de patos de collar (Anas platyrhynchos) y patos frisos (Mareca strepera). El ascenso también me puso dentro de una pradera de alta calidad. El suelo estaba alfombrado de la planta Selaginella densa, parecida a un musgo, y muchos líquenes. Había césped de Agropyron spicatum y arbustos de Artemisia tridentata. También me emocioné al ver las flores de la Lewisia rediviva, sus hojas ya marchitadas por el verano.

Bitterroot (Lewisia rediviva).
La Lewisia rediviva creciendo con la Selaginella densa.

De la pradera al humedal

Caminé con cuidado a través de la ladera, ojos alertos para insectos inusuales u otras criaturas. El sol había emergido de las nubes y las golondrinas estaban más altas. Ya había proporciones casi iguales de golondrinas risqueras y verdemar, aún volando a baja altura sobre los relieves de la ladera y la superficie de la bahía.

Seguí deambulando de aquí para allá, informalmente buscando insectos interesantes, pero encontrando pocos durante esta tarde relativamente fresca. Paré para fotografiar las flores de la Phacelia linearis en la ladera yerbosa y su pariente perenne, la Phacelia hastata, con sus matas del color lavanda en una cuesta de esquisto.

Linearleaf phacelia (Phacelia linearis).
Phacelia linearis.

En el humedal de espadañas, miré un gorrión cantor (Melospiza melodia) cantando con su cabeza levantada contra un fondo del euforbio (Euphorbia esula). Revisé las flores de los rosales nativos (Rosa woodsii) y el lindo pero definitivamente no nativo cardo de almizcle (Carduus nutans) buscando polinizadores. No vi ningunos—tal vez no hacía calor suficiente. Pero mientras tanto me resbalé en las plantas, mojadas por la lluvia, alarmando a un venado cola blanca. El venado se levantó de su encubrimiento y saltó por el humedal, sobresaltando a un par de cercetas alas azules (Spatula discors) de un remanso.

Song sparrow singing from the marsh.
Un gorrión cantor canta desde el humedal.

Las golondrinas

A bumblebee (Bombus huntii?) visiting silverleaf phacelia (Phacelia hastata).
Un abejorro (Bombus huntii?) visita la Phacelia hastata.

Unos abejorros con franjas anaranjadas en el abdomen, los cuales sospechaba eran la especie Bombus huntii, visitaban la Phacelia hastata. Pero las golondrinas estaban teniendo mucho más suerte que yo en encontrar los insectos. Volando sobre la bahía y la ladera en un patrón de tráfico que cambiaba constantemente, sus números seguían aumentando. De 30 durante el chaparrón a 50, a 80: ya había hasta 40 golondrinas verdemar. Fue fácil ver sus espaldas de verde aterciopelado y sus rabadillas blancas mientras pasaron rápidamente por arriba. No me tomó mucho tiempo para cambiar mi enfoque completamente a las golondrinas.

Pero las golondrinas eran increíblemente veloces, y mi cámara dolorosamente lenta. El lente redujo el fluido baile aéreo de las golondrinas verdemar a un borrón poco interesante. Traté de sacar fotos de la Phacelia con mi móvil, yo tumbado barriga abajo sobre las rocas puntiagudas, intentando capturar las manchitas rápidas de las golondrinas en el fondo. Si usas mucha imaginación, puedes verlas.

Silverleaf phacelia with swallows dancing in the background.
La Phacelia hastata con golondrinas bailando por el aire en el fondo.

Y entonces, algo cambió. Por unos minutos, y por razones que aún no entiendo, las golondrinas verdemar empezaron a aterrizar en la tierra expuesta de la ladera. Dos o tres aterrizaban a la vez sobre el parche de Phacelia hastata. ¿Obtenían minerales? ¿Materiales para anidar? No sé. Pero finalmente pude sacar unas fotos aceptables, unos recuerdos que aún no le hacen justicia al asombro del baile de las golondrinas.

Violet-green swallows landing on the shale slope, with Fumaria sp. flowering in the foreground.
Golondrinas verdemar aterrizan en una ladera de esquisto, con la planta Fumaria sp. floreciendo en primer plano.

El baile de las golondrinas

Unos minutos más tarde, una agrupación vespertina de golondrinas empezaba a formarse. Primero había 15, y entonces 30, posándose en los cables de luz. Otra vez saqué mi cámara. Podía ver cuatro especies en el cable: golondrinas verdemar, alas aserradas, risqueras y bicolores.

Swallows on the line: violet-green, cliff, tree, and northern rough-winged.
Golondrinas posándose en el cable: golondrinas verdemar, risqueras, bicolores y alas aserradas.

Conté el número de golondrinas en el aire otra vez más antes de irme esa tarde. Una ráfaga del viento había subido a la ladera y un remolino de golondrinas saltó dentro de ella, evidentemente agarrando insectos. Conté rápidamente por múltiplos de diez: 130 golondrinas, llenando el espacio aéreo sobre la bahía.

Swallows (mostly violet-green) over Spokane Bay.
Golondrinas (mayoritariamente verdemar) sobre Spokane Bay.

Cuando me fui de Spokane Bay esa tarde, me fui enamorado de las golondrinas. Me fui pensando en jejenes (cerca del fin, finalmente atrapé un enjambre de ellos en mi gorra) y los otros insectos que las golondrinas comen. Y me fui esperando que, cien años en el futuro, aún haya tantas (o aún más) golondrinas, llenando el cielo sobre Spokane Bay.

Evening over Spokane Bay.
El crepúsculo llega a Spokane Bay.

Leer más

Spiller, K.J. & Dettmers, R. (2019). Evidence for multiple drivers of aerial insectivore declines across North America. The Condor 121(2). Recuperado de https://academic.oup.com/condor/article/121/2/duz010/5497088

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