26 de julio de 2023
El sol de la mañana pinta las cimas rocosas de las Montañas Teton con rosa y azul mientras montamos las redes. Las mallas de nilón negro cuelgan casi invisibles, cada red suspendida en una lámina vertical entre dos postes de metal. Casi parece como si estuviéramos listos para jugar bádminton en medio del bosque. Pero estas redes son más altas y especializadas—y altamente reguladas bajo licencias federal y estatal. Conocidas como “redes de niebla,” no tienen nada que ver con los deportes—sino tienen todo que ver con nuestro conocimiento de las aves cantoras alrededor de nosotros.
Al acabar de montar las redes, el sol está mandando una luz dorada por las copas de los álamos cerca del arroyo. Un vireo gorjeador (Vireo gilvus) canta desde alto en el dosel. Unas golondrinas verdemar (Tachycineta thalassina) están cazando insectos en el aire sobre nosotros. Esta mañana estamos cerca del borde del Parque Nacional Grand Teton, 18 millas al noreste de Jackson, Wyoming, Estados Unidos. Estamos rodeados por una mezcla diversa de hábitats que alberga docenas de especies de aves durante la estación reproductiva.
Una diversidad de aves
Hay bosquecillos densos de álamos temblones (Populus tremuloides) donde los carpinteros de pechera común (Colaptes auratus) y los carpinteros nuca roja (Sphyrapicus nuchalis) anidan. Cerca del borde de los álamos temblones están unas cabañas, manejadas por Teton Science Schools para sus programas educativos. En praderas de artemisa aromática, donde los gorriones de Brewer (Spizella breweri) cantaban en junio, ya lucen las flores amarillas del girasol pequeño (Helianthella sp.). Álamos negros y píceas forman un bosque alto a lo largo del arroyo, donde unos gorriones corona blanca (Zonotrichia leucophrys) pían. Cerca del arroyo, podemos ver unos estanques de los castores entre los sauces. De repente, un playero alzacolita (Actitis macularius) se echa a volar de la orilla.
En un lugar como esto, hay mucho que un naturalista calificado puede aprender de las aves por la observación y la escucha cuidadosas. Al volver a visitar a través del año, tal vez podríamos empezar a entender los ritmos estacionales de este lugar: cuáles aves sólo pasan en la migración, cuáles se quedan por el verano. Podríamos descubrir dónde las golondrinas risqueras (Petrochelidon pyrrhonota) construyen sus nidos de barro bajo de los aleros de los edificios. Hasta podríamos hallar los límites entre los territorios reproductivos de los vireos gorjeadores entre los álamos temblones.
Más allá de la observación
Pero en algún momento, toparíamos con cuestiones que no podríamos contestar sólo por observaciones pasivas. De las aves cantoras que se reproducen aquí, ¿cuántas realmente sobreviven los peligros de la migración y vuelven el siguiente verano? ¿Salen muchos polluelos de sus nidos con éxito, o sólo pocos? ¿Cómo realmente están las aves aquí, y como esto se compara con otras áreas?
Estas cuestiones son más que sólo asuntos para la conjetura vacía. Vivimos en un mundo en el que la presencia humana está palpable por todas partes, desde el ártico hasta la selva amazónica. Cuestiones como éstas van más allá de los patrones que podemos observar visualmente para ayudarnos a entender cuándo las aves están prosperando, cuándo están teniendo dificultades y cuántas regresarán el año que viene. Para conservar las aves, estos temas son cruciales.
Hoy estamos aquí para ayudar a contestar estas preguntas. Lo que haremos se llama el “anillamiento de aves.” Esta actividad involucra examinar las aves en la mano, ponerles anillas ligeras de aluminio en la pata con números únicos y entonces soltarlas para seguir adelante en la vida. Las redes de niebla son nuestra herramienta que nos permite capturar las aves sin peligro. Y repetido tras años, este tipo de investigación nos permite lograr un conocimiento de estas cuestiones complicadas de la sobrevivencia, productividad y salud de poblaciones de aves.
Monitoreando la Productividad y Sobrevivencia de las Aves
El proyecto de hoy es parte de un esfuerzo colaborativo amplio que involucra a cientos de ornitólogos, conocido como Monitoreando la Productividad y Sobrevivencia de Aves (MAPS, por sus siglas en inglés). Es un esfuerzo para entender cómo les va a las aves reproductivas en lugares concretos a través de Estados Unidos y Canadá. Está enfocado en estas cuestiones cruciales a la salud de las poblaciones reproductivas de aves: ¿cuántos polluelos salen del nido con éxito? ¿Cuántas aves sobreviven de un año al siguiente? En cada uno de los aproximadamente 350 sitios de MAPS—como el sitio donde hoy estamos—los investigadores anillan las aves que atrapen una vez durante cada periodo de diez días a través del verano. Es un compromiso de largo plazo, por lo menos cinco años en cada sitio. Y con cada año adicional, conseguimos un mejor conocimiento de las aves locales.
El sitio de anillamiento donde hoy estamos, al borde del Parque Nacional Grand Teton, se empezó hace más de 30 años, en 1991. Teton Science Schools fundó el sitio, sólo unos años después de que el ornitólogo Dave DeSante lanzó el proyecto MAPS.
“Esto es uno de los sitios de MAPS más perdurables en todo el país,” Hilary Turner me cuenta.
El anillamiento de aves y más
Hilary trabaja como Coordinadora de Programas para la Jackson Hole Wildlife Foundation (JHWF), una organización sin fines de lucro enfocada en la conservación de la vida silvestre. La JHWF se empezó en 1993 con un grupo de ciudadanos interesados que quería hacer que la comunidad de Jackson fuera más amigable con la vida silvestre. Desde entonces, la JHWF ha removido más de 240 millas de cercas del paisaje local—una longitud suficiente para rodear el Parque Nacional Grand Teton—para que la vida silvestre pueda recorrer el área más fácilmente. La organización también maneja una variedad de otros proyectos para la vida silvestre.
El anillamiento de aves es uno de los proyectos más rigurosos de recolección de datos que maneja la JHWF. La organización dirige dos sitios de MAPS: el sitio donde ya estamos y uno más, muy cerca al pueblo de Jackson. Además de Hilary, el equipo esencial de biólogos que manejan estos sitios incluye a la anilladora principal Vicki Morgan y al anillador adjunto Kevin Perozeni. Estos tres coordinan la operación del sitio, aseguran el bienestar de las aves, adiestran a voluntarios como yo y enseñan a miembros de la comunidad sobre las aves y el anillamiento de aves.
Revisando las redes
Es hora de revisar las redes otra vez. Las redes de niebla no son completamente planas. Cada una es diseñada con cinco amplios “bolsillos” que se extienden de un poste al otro. Cuando un ave vuela contra la red, se caerá en un bolsillo, donde descansará hasta que lleguemos para soltarla.
La red número dos está dentro de un pequeño claro entre álamos temblones densos. Mientras nos acercamos, podemos ver un joven zumbador garganta rayada (Selasphorus calliope) en un bolsillo. Kevin hábilmente lo libera y lo pone en su palma abierta, esperando hasta que vuele. No anillamos los colibríes aquí. Para anillar pajaritos tan minuciosos, se necesita aún más formación especializada. Las licencias de la JHWF no incluyen permiso para eso. El colibrí joven mira sus alrededores, alerto pero tal vez confundido sobre qué le pasó. Después de quedarse brevemente, se echa a volar.
Las otras redes entre los álamos temblones están vacías. Pero Vicki vuelve después de revisar las redes cerca del arroyo y los estanques con dos aves para anillar. Tiene un mirlo primavera (Turdus migratorius) joven y un chinito (Bombycilla cedrorum) adulto. Lleva cada uno dentro de una especialmente diseñada bolsa de algodón, cerrada con un cordón. Las bolsas mantienen las aves seguras y tranquilas mientras las llevamos. Al regresar al lugar de anillamiento, donde hemos montado una mesa con varias herramientas, Vicki le da la bolsa con el mirlo a Hilary. Yo miro sobre su hombro mientras lo examina.
Conociendo un mirlo primavera
Hilary saca el joven mirlo de la bolsa, agarrándolo ligera pero firmemente. Revisa su condición. Sujeta el mirlo en su mano con el cuello entre su dedo corazón e índice. Este agarre previene que el ave forcejeara o se lastimara. Este joven mirlo formará parte del número de polluelos exitosos registrado en este sitio de MAPS. Es decir, formará parte de ese índice de productividad que nos importa tanto para entender el bienestar de las aves. Pero no es sólo eso que podemos aprender de esta ave.
Hilary rápidamente le da al mirlo un examen físico. Parece ser un bebé sano. Ella sopla las plumas del pecho para ver si hay depósitos de grasa en el cuerpo o bajo las alas. Ahora no hay casi ninguna grasa, exactamente lo que esperaríamos en esta estación. Sin embargo, durante la migración otoñal, las aves cantoras pueden acumular tanta grasa que los anilladores las llamen “bolas de grasa.” Durante la migración, se vuelve extremadamente importante monitorear los niveles de grasa. Esto nos dice si las aves están logrando obtener los alimentos que necesitan para poder seguir migrando en buena condición.
Buscando signos de la muda
Ahora Hilary abre el ala del mirlo, examinando la condición de las plumas. Ningunas plumas perduran por siempre, y las aves las mudan en patrones predecibles. Todo que vemos en esta ala, me cuenta Hilary, son plumas jóvenes. Comparadas con plumas adultas, éstas son de baja calidad. Han crecido tan rápidamente que fuera posible para minimizar el tiempo que un ave bebé pase vulnerable en el nido, sin poder volar. Para compensar la baja calidad de las plumas, este mirlo bebé mudará algunas de sus plumas (pero no todas) en los meses que vienen. Al llegar el otoño, su pecho actualmente manchado se volverá completamente anaranjado como el de un adulto. Su espalda y cabeza mostrarán nuevas plumas lisas y grises. También mudará algunas de sus plumas alares, pero no todas.
Entender la complejidad de cómo las aves mudan es un arte matizado de interpretación—y una de las habilidades esenciales que todos los anilladores aprenden. Los detalles de la muda generalmente se diferencian entre aves jóvenes y adultas, permitiendo que los anilladores puedan determinar la edad de un ave. Por ejemplo, en su primer otoño, los mirlos jóvenes mudan algunas (pero no todas) de sus coberteras alares (las plumas que cubren las bases de las primarias y secundarias). Los adultos, al otro lado, mudan todas sus plumas alares, incluso las primarias y secundarias, en un proceso tranquilo y predecible.
Qué la muda nos enseña
Cualquier persona puede ver la muda en proceso mientras el pecho manchado de un mirlo primavera bebé cambia para parecerse al pecho completamente anaranjado del adulto. Los anilladores, sin embargo, típicamente pueden reconocer los mirlos jóvenes por casi un año más. Y para un proyecto como MAPS, la habilidad de distinguish las aves de primer año, de segundo año y los adultos más viejos es esencial. Usando esta información, biólogos pueden examinar la proporción de aves recién nacidas que logran regresar el año siguiente. También pueden comparar esta proporción con la proporción de adultos que regresan.
Es complejo entender los patrones de la muda y lo que pueden enseñarnos sobre la edad y condición de un ave. Hasta profesionales hábiles siempre siguen aprendiendo. Pero para biólogas experimentadas como Hilary y Vicki, no les lleva mucho tiempo para darle este tipo de examen físico a cada ave. Dentro de unos minutos, han medido, pesado y determinado la edad de las dos aves y las han suelto. Ya tenemos todo registrado en nuestras hojas de datos. Estamos listos para más aves.
Los chipes de lores negros y los chinitos
Una de nuestras próximas aves es un chipe de lores negros (Geothlypis tolmiei) que vuela hacia la red desde el sotobosque sombroso bajo los álamos temblones. Hilary me dice que estos chipes elegantes, con sus lindas cabezas de carbón y sus vientres de amarillo como la luz del sol, están entre las especies más comúnmente capturadas en este sitio. Pero fuera de un proyecto de anillamiento, los chipes lores negros son aves sigilosas de matorrales espesos. Nunca he estado tan cerca a uno de ellos. Como el mirlo, esto es uno de los bebés de este año. Está en el proceso de mudar las plumas de la cabeza, reemplazando las rápidamente crecidas plumas jóvenes con unas plumas adolescentes más duraderas.
En todo el bosque, las bayas del “buffaloberry” (Shepherdia canadensis) están maduras, reluciendo entre las sombras. Les parecen bastante amargas a muchos paladares humanos, pero es claro que a los animales sí les gustan. Justo después del amanecer, cuando yo ayudaba a Hilary a montar las redes, encontramos un montón de la caca de un oso, lleno de estas bayas. Y ahora, cerca de la mesa de anillamiento, parece que estas bayas han regresado para saludarnos de nuevo. Hilary está sacando un chinito (Bombycilla cedrorum) desde una bolsa, la cual está teñida roja por su guano lleno de frutas. No es difícil adivinar de cuáles bayas vino este color.
Unas aves de dos años
Mientras Hilary examina esta ave, añade unas revisiones particulares a los chinitos. Mide el ancho de la franja amarilla en la punta de las plumas de la cola. También busca puntas rojas cerosas en las secundarias del ala. Los chinitos más jóvenes tienen la punta de la cola con una franja amarilla que es más angosta. Mientras tanto, los machos mayores tienen la más amplia franja. Los chinitos mayores también tienen más puntas rojas cerosas en las secundarias. Esta ave tiene una franja amarilla de ancho intermedio en la cola, pero aún no tiene ningunas puntas cerosas en el ala. Es un macho del segundo año, me dice Hilary.
Más tarde, atrapamos un macho de la piranga capucha roja (Piranga ludoviciana) entre los álamos temblones, su cabeza de anaranjado medio luminoso. Examinando las plumas de sus alas cuidadosamente, Hilary afirma que este macho también tiene dos años. Este invierno, va a migrar al sur para México, El Salvador o tal vez Panamá. Va a ampliar su dieta veraniega de insectos para incluir una variedad de frutas. Y aquí en Wyoming, ojalá que lo volvamos a encontrar el verano que viene.
Los reencuentros
Es por encuentros individuales como éstos, cientos a través de un verano, que podemos empezar a entender cómo les va a las aves de un área. Muchas de las aves simplemente desaparecen después del verano cuando son anilladas, y Hilary y su equipo nunca vuelven a verlas. Tal vez algunas se muevan para anidar en otra área. Y sin duda, otras sucumben a la multitud de amenazas que las aves enfrentan.
Cada año, las aves pierden sitios de escala migratoria y hábitats invernales a la expansión urbana, el desarrollo de energía y la agricultura. Los insecticidas y los metales pesados envenenan las aves dentro de la cadena alimenticia. Decenas de millones de gatos matan bastante más de mil millones de aves cada año en sólo Estados Unidos. Y el peligro de colisiones con ventanas o vehículos siempre está presente en la vida cotidiana de las aves. No obstante, algunas aves anilladas sí regresan. Y cuando logran hacerlo, nos dan un vistazo más profundo de sus vidas.
Dos días después, estamos en el otro sitio de MAPS manejado por la JHWF. El sitio está unas millas al oeste de Jackson, cerca de Boyles Hill. El sol matutino evapora hilos de niebla desde los estanques, rodeados por álamos negros. Los papamoscas del oeste (Contopus sordidulus) están cantando perezosamente. Ya hemos atrapado un vireo gorjeador que ya lleva una anilla. En la mano, Vicki puede identificarla como una hembra adulta que tiene al menos tres años.
La historia del vireo
Vicki sopla el vientre del vireo, buscando evidencia de su condición reproductiva. “No está muy adelantada en la muda, así que aún tiene su placa incubatriz,” nota. La placa incubatriz es una región de piel desnuda en el vientre donde aves reproductivas, generalmente las hembras, pierden las plumas. La piel desnuda funciona como una manta eléctrica, transfiriendo el calor de la mamá a los huevos o los polluelos para calentarlos. Puesto que esta hembra aún tiene su placa incubatriz, nos sugiere fuertemente que anidó cerca este verano. Y por ya haber empezado su muda de plumaje otoñal, sabemos que ya terminó de anidar.
Luego, Hilary me ayuda a buscar el número estampado en la anilla de esta hembra para aprender más de ella. Descubrimos que se la anilló en Boyles Hill en 2019, antes de que la pandemia de covid-19 viniera y trastornara la sociedad humana. Ella tenía dos años entonces—así que ya tiene seis. Y entre todos los peligros de la vida de un ave migratoria, ha logrado sobrevivir. Tal vez hayamos anillado algunos de sus polluelos también.
Unas vidas invisibles, reveladas
El anillamiento de aves es polifacético, mucho más que quizás adivinarías a primera vista. Es una oportunidad para tener un encuentro presencial con un chipe lores negros joven, mudando sus primeras plumas en la cabeza. Nos da la posibilidad de preguntarnos cómo es la vida para todas nuestras vecinas aves. Para científicos como Hilary, Kevin y Vicki, es un chance para cultivar un conocimiento profundo de las aves—y recolectar datos esenciales para su sobrevivencia. Para la red entera de los colaboradores de MAPS, es una oportunidad para contribuir a investigaciones de conservación que van desde cuestiones sobre cómo puede ser que las aves jóvenes suelan habitar hábitats de baja calidad hasta examinar el completo ciclo anual de los chipes corona negra (Cardellina pusilla).
Y para los visitantes a un sitio de MAPS—incluso los 133 personas que la JHWF ha recibido este año—es una invitación para asombrarnos ante nuestros vecinos emplumados, para entrever sus vidas y los retos que enfrentan, y tal vez para enamorarnos de ellos.
A mí me parece que vale la pena pasar una mañana así.
Lee más
Albert, S., Ruegg, K., & Siegel, R. (2018). El uso de marcadores intrínsecos y extrínsecos para enlazar poblaciones de aves a través de las Américas. Zeledonia 22:1. Recuperado de https://www.birdpop.org/docs/pubs/Albert_et_al_2018_Use_of_Intrinsic_and_Extrinsic_Markers.pdf.
American Bird Conservancy. (2023). Cats indoors: cats and birds. Recuperado de https://abcbirds.org/program/cats-indoors/cats-and-birds/
Institute for Bird Populations. (n.d.) MAPS: Monitoring Avian Productivity and Survivorship. Recuperado de https://www.birdpop.org/pages/maps.php.
Pyle, P., Foster, K.R., Godwin, C.M., Kaschube, D.R. & Saracco, J.F. (2020). Yearling proportion correlates with habitat structure in a boreal forest landbird community. PeerJ 8:e8898. Recuperado de https://peerj.com/articles/8898/.