Hojas brillando ante el frío
¿Qué nos pasó, mi amor? Qué raras las curvas de la vida.
El otoño vuelve a acercarse en esta zona fría
y el destino reposa como una fría sombra
en mis hombros. Las hojas de los alerces se vuelven a envejecer
y caen por el aire las memorias, tú y yo paseando por la vía montañosa,
hablando portugués entre nieve nueva y una dispersión de oro:
las hojas de alerce esparcidas en el suelo.
La vida en sus vías imprevistas
se nos ha esparcido, tú que te largaste y yo
que me quedé, y ahora por no sé qué hablamos,
dos desconocidos bien conocidos cambiando historias. La vida nos lanzó
como las hojas de los alerces, brillando ante el invierno
aún más brillantes por estar a punto de morir.
Es algo tan precioso como insoportable, la belleza del amor
que siento aún más en su escasez, y resplandecen las memorias
ante la cara de la estación fría. ¿Lo recuerdas o no,
como caminábamos tomados de las manos,
la cobija que nos protegía por las noches,
el amor y confianza que existía en el espacio entre nosotros?
Este verso existe sin final. ¿Cómo ponerle fin
a una conexión que está fuera del tiempo,
una colección de momentos eternos que existían
antes de que llegara la helada? Trataré de ser
como el alerce, él que aún respira a través del frío
y que volverá a lanzar nuevas hojas verdes
a la tempestad incierta de la primavera,
una y otra vez.
Y tú, mi amor, llevada lejos por el viento frío,
piénsame de vez en cuando mientras bailes,
y mándame un abrazo fuera del tiempo,
mientras las hojas de los alerces brillen y caigan,
luciendo con oro ante el frío.
