

8 de junio de 2025, Río Marias en la región norte central de Montana, EU. Mi linterna ilumina el sendero de los venados mientras camino despacio hacia el Río Marias a través de las tierras erosionadas que se llaman badlands. Aún no llega el amanecer. Por lo general me gusta caminar sin linterna, pero el terreno aquí es quebrado. Y no quisiera tropezar con un cascabel. Me paro donde el sendero desciende abruptamente hacia una quebrada estrecha, escuchando. Apago la linterna. Los saltaparedes de rocas (Salpinctes obsoletus) cantan desde las sombras erosionadas de arcilla. La primera sugerencia de luz solar está tocando el cielo al nordeste.
Fue la posibilidad de un cuclillo pico negro (Coccyzus erythropthalmus) que me trajo hasta aquí, aunque sé que es una pequeña posibilidad. En 2021, mientras Anna Fasoli andaba en kayak por el río, escuchó y grabó un cuclillo pico negro cantando aquí. Esto es un ave que he pasado toda la vida sin encontrar, un ave que una antigua generación de naturalistas del siglo diecinueve observaba descendiendo en los huertos frutales en parvadas para alimentarse de orugas.
Ya casi nadie ve una parvada de cuclillos pico negro. Se piensa que los insecticidas y las pérdidas de hábitat tienen la culpa por su declive. Ver a tan solo un cuclillo, en Montana por lo menos, ya es algo raro que requiere mucho esfuerzo, mucha suerte o las dos cosas. Pero el declive de los cuclillos pico negro, como casi todos los aspectos de su biología, permanece mal entendido. Y así es que estoy aquí, escuchando a saltaparedes de rocas en una quebrada oscura dentro de las badlands, rumbo al río e imaginando cuclillos.
De la pradera a las badlands

Anoche acampé al final de un camino no pavimentado, alto en la pradera arriba de las badlands. Los gorriones chapulín (Ammodramus savannarum) me hicieron una serenata desde los zacates extensos mientras cocinaba un ramen con brotes florales de algodoncillo (Asclepias speciosa), iluminando mi pequeña estufa de gas con mi linterna. Unos jejenes diminutos me molestaron, me siguieron hasta el carro e incluso lograron entrar en mi casa de acampar.
Me desperté (queriendo seguir durmiendo) a las 4:00 am y estaba listo para las 4:20—mochila, linterna, lonche, equipo para observar aves, gas pimienta por si me topara con un oso. Y ahora los saltaparedes de rocas cantan desde las arrugas de las badlands y el bosque de álamo por abajo me llama adelante.
Los álamos

Los saltaparedes comunes norteños (Troglodytes aedon) han empezado a cantar cuando llego al borde de los álamos. Un búho cornudo (Bubo virginianus) ulula una sola vez en la distancia. Las criaturas de la noche están cediendo el escenario al coro del amanecer. La casa de una finca abandonada se desgasta poco a poco hacia un olvido elegante en el borde del bosque. La caseta derrotada se hunde hacia el norte, pero los viejos huesos de la casa de dos pisos se mantienen firmes.
Camino con precaución entre tablas caídas con clavos oxidados y echo un vistazo al interior, esperando sin mucha confianza encontrar a una lechuza americana (Tyto furcata) durmiendo adentro. Pero todo lo que encuentro es un antiguo colchón con resortes y una tina de lámina galvanizada. Un tirano dorso negro (Tyrannus tyrannus) da su llamada eléctrica desde una rama al lado del hueco en el segundo piso donde había una ventana. El aire está espeso con historias.

Un hábitat para los cuclillos pico negro

Siguiendo adelante, encuentro a una venada cola blanca (Odocoileus virginianus) descansando con su cría moteada. Me mira con leve inquietud y tomo una larga desviación, dejándolos sin molestarlos.
Ahora estoy entrando en una sección de álamos masivos, árboles viejos con la corteza fisurada. La mayoría son álamos de hojas delgadas (Populus angustifolia), mezclados con algunos alamillos (Populus deltoides). Un viejo meandro abandonado del río curva a través de los árboles, y aquí están unos parches de cerezos silvestres (Prunus virginiana) por abajo. Un maullador gris (Dumetella carolinensis) canta mientras un zorzal de anteojos (Catharus ustulatus) haciendo escala en su migración da silbidos armónicos desde los arbustos. A mis ojos inexpertos les parece que podría ser un buen hábitat para un cuclillo pico negro así como lo entiendo: un bosque caducifolio extenso con arbustos por abajo, lejos de los insecticidas. Pero no escucho a ningún cuclillo.
¿Dónde están los cuclillos?

¿Aún es demasiado temprano en la temporada? Los cuclillos pico negro llegan a Montana relativamente tarde en la primavera, viajando desde sus tierras invernales en Sudamérica. Su exacta invernal todavía no se conoce muy bien, pero aparentemente está por la región entre Colombia, Venezuela y Bolivia. El libro Birds of Montana reporta que suelen llegan entre el comienzo de junio y mediados del mes—ahora, es decir. Pero aun así, me parece que las primeras fechas de las llegadas primaverales de muchas especies de aves han sido un poco tardadas este año. A lo mejor a los cuclillos aún les falta llegar.
Desde luego hay otras posibilidades. El espectro de declives y todo lo que aún no se sabe cuelga sobre los cuclillos. Y hay muchísimo que no se sabe. ¿Dónde precisamente pasan el invierno? ¿Cuáles son sus rutas de migración? ¿Cómo encuentran las concentraciones de orugas peludas y cigarras que al parecer les gusta mucho cazar? Y ¿van a regresar al Río Marias, donde cantaban en julio de 2021? Pienso en todas las cosas que tienen que irles bien para que regresen. Hay demasiadas tragedias posibles: insecticidas, la pérdida de algún hábitat importante en algún tramo de su viaje anual, colisiones con ventanas, gatos al aire libre…
Y bueno, ¡también podría haber un cuclillo en los cerezos silvestres a cinco metros de mí! Si no cantara, fácilmente podría pasarlo por alto.
El bosque

Sigo caminando. El bosque se extiende por cientos de hectáreas. En algunos parches los árboles son grandes y viejos; más cerca del río, encuentro áreas con árboles de mediana edad y alamocitos jóvenes. En la distancia escucho a un castor golpear su cola contra el agua una vez, alarmado por algo. Varios papamoscas del oeste (Contopus sordidulus) y unos papamoscas chicos (Empidonax minimus) cantan desde el dosel. Me sorprende escuchar a unos tordos cabeza amarilla (Xanthocephalus xanthocephalus) en la distancia. Es una especie de los humedales—evidentemente los meandros del río dejaron un pantano por alguna parte.

Empiezo a preguntarme cómo puedo hacer una segunda visita, en caso de que todavía sea demasiado temprano para los cuclillos.
Un coyote se aleja sigilosamente de mí mientras sigo unas huellas recientes de los venados. Me guían a través de un meandro del río que aún tiene un poco de agua, creciendo con sauces (Salix exigua). Una mascarita común (Geothlypis trichas) canta.
La exuberancia de junio

Me siento muy agradecido que todavía existan lugares como esto. Una zona inundable enorme, un hábitat rico con álamos de varias edades, parches de arbustos y humedales pequeños. Un hogar para muchas criaturas, esculpido por inundaciones y castores, por la seda de los álamos en el viento de junio, por un millón de relaciones e interacciones. Pues no es inmaculado—por muchas partes la capa baja esta dominada por el bromo suave (Bromus inermis), una gramínea invasora. Y quién sabe si los cuclillos vayan a volver. Pero a pesar de todo, está lleno de vida.

Pienso en todas las generaciones incontables de la vida en la tierra. Toda esta exuberancia de junio, millones de años de ella, está en el aire. Me pregunto cómo eran los sonidos y acontecimientos de esta parte de junio en esta tierra en el tiempo de los dinosaurios, cuyos huesos descansan en estas llanuras.
La vida sigue

Para mí es un consuelo agridulce pensar que si seguimos el destino de los dinosaurios, como al parecer estamos peligrosamente resueltos a hacer, pues aquí la vida en alguna forma va a seguir. El bromo suave que los encargados de cuidar las tierras públicas ignoran y la ésula (Euphorbia esula) que fumigan con herbicidas van a volverse parte de la ecología de este lugar. Presuntamente con el tiempo los insectos nativos van a evolucionar para utilizar más a estas nuevas plantas abundantes, estas introducciones humanas al continente americano. La finca va a haber desaparecido por completo. Tablas a polvo, clavos oxidados enterrados bajo las inundaciones de la primavera. ¿Van a regresar los cuclillos pico negro? Quién sabe.
El tamborileo de un carpintero nuca roja (Sphyrapicus nuchalis) me distrae de mis pensamientos sobre la extinción. Está cerca pero no lo puedo ver. Entonces vuela al álamo justo a mi lado, tocando la madera resonante de una rama seca. Me hace pensar en los carpinteros nuca roja en el bosque de los picamaderos cerca de Missoula. Tamborilean con mucha frecuencia cuando primero llegan en abril pero al llegar a junio están casi completamente callados. ¿Es este un carpintero que no ha encontrado pareja, aún golpeteando cada rato en lo que es básicamente Tinder para carpinteros? Me pregunto si aquí, tal como en Missoula, la banda sonora a finales de abril está llena del tamborileo de muchos carpinteros.
Buscando a un cuclillo

Sigo atento por si escucho a un cuclillo pico negro. Nada. Un picogordo tigrillo (Pheucticus melanocephalus) macho canta desde la rama más alta de un álamo, sin esconderse entre las hojas de manera irritante como suelen hacer. Para encontrar un cuclillo, algunos pajareros traerían una bocina y tocarían su canto cucucú, tratando de hacer que respondiera el ave. Fuera de unos usos muy limitados para investigaciones biológicas formales, no me gusta estorbar a las aves así. Es por eso que sólo estoy escuchando pasivamente. Si un cuclillo canta hoy, será porque quiere.

La mañana se está poniendo calurosa y una brisa ha empezado a hacer temblar a las hojas de los álamos. Los saltaparedes comunes norteños siguen cantando. Los silbidos distantes de los praderos del oeste (Sturnella neglecta) hacen eco contra las badlands. El aire está agarrando un tinte amarillo mientras viene llegando la humarada de los incendios forestales de la primavera que hacía unos años eran insólitos y ya están arrasando de nuevo a través del bosque boreal canadiense.
No he encontrado a cuclillos. Algunas personas lo podrían percibir como una mañana malgastada: fui buscando algo y no lo encontré. Pero espero que tenga la bendición de malgastar muchas mañanas más así, contemplando millones de años de la exuberancia de junio al lado de un río salvaje. Y espero que los cuclillos vuelvan.
P.D. ¡Más sobre los cuclillos!

Me da mucho gusto anunciar que en los meses que vienen voy a compartir una segunda historia sobre las vidas misteriosas de los cuclillos con Anna Kurtin, que recién se graduó en maestría de biología de fauna silvestre en la Universidad de Montana. Anna ha pasado los últimos tres años aprendiendo de los cuclillos pico negro, cómo estudiarlos eficazmente y cuáles hábitats utilizan en Montana. Estoy emocionado para profundizar más en la biología de los cuclillos con ella. ¡Hasta entonces!
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eBird Base de Datos Básica. Versión: EBD_relJun-2025. Cornell Lab of Ornithology, Ithaca, NY, EU. Junio de 2025.
Hughes, J.M. (2020). Black-billed cuckoo (Coccyzus erythropthalmus), versión 1.0. En Birds of the World (A.F. Poole, editor). Cornell Lab of Ornithology, Ithaca, NY, EU. https://birdsoftheworld.org/bow/species/bkbcuc/cur/introduction
Marks, J.S., Hendricks, P. & Casey, D. (2016). Birds of Montana. Arrington, VA, EU: Buteo Books.