
Esta historia es la tercera y final en una serie sobre una pareja de picamaderos norteamericanos (Dryocopus pileatus) al lado del Río Clark Fork cerca de Missoula, Montana, EU. Si no has escuchado las partes anteriores, puedes empezar por la primera parte… o si prefieres, empieza aquí en medio!

La siguiente vez que regreso al bosque de los picamaderos norteamericanos, es el comienzo de agosto, una tarde calurosa unas horas antes del atardecer. Una humarada de incendios forestales en Saskatchewan difumina las montañas en formas grises vagas y un papamoscas del oeste (Contopus sordidulus) canta con pereza en la distancia. El bosque ha cambiado dramáticamente tras mi última visita. Hace dos semanas que una tormenta eléctrica inesperadamente intensa golpeó Missoula, tumbando árboles y cables eléctricos. Aquí, se ve como si hubiera pasado un huracán. El bosque sigue en pie, pero quizás una tercera parte de los árboles se ha caído. El viento rompió álamos de sesenta años como si fueran palillos. El suelo del bosque está cubierto con los troncos y escombros de los árboles. Llega el olor de las hojas arrebatadas de los álamos, secándose en el calor.

Camino despacio a través de los escombros para checar el árbol donde los picamaderos hicieron su nido. Temo que ha sido arrasado. Aunque ya ha pasado la temporada reproductiva, los picamaderos podrían haber reutilizado el nido como abrigo durante el invierno—o en casos raros, como un nido en otro año. Pero incluso si los picamaderos nunca jamás visitaran su hogar que pasaron tantas semanas excavando, este seguiría teniendo importancia para la comunidad del bosque. Docenas de especies utilizan los nidos viejos de los picamaderos para abrigarse o anidar, desde tecolotes del oeste (Megascops kennicottii) y patos arcoíris (Aix sponsa) hasta vencejos de Vaux (Chaetura vauxi) y ardillas voladoras norteñas (Glaucomys sabrinus). Mientras me acerco más, me preparo para las malas noticias. ¿Qué le pasó al árbol del nido?
La destrucción y la regeneración

Cuando llego, me alivia ver que el árbol muerto donde está el nido salió ileso. De hecho, esta parte del bosque parece haber escapado sin muchos daños; sólo se ven unos cuantos árboles tumbados y ramas caídas. En contraste, un parche más alejado del río se ve como si una máquina gigante lo hubiera aplastado, tumbando más de la mitad de los árboles.
Durante esta tarde calurosa en la intensidad del verano, una llamada quiquiquiquiquí muy de vez en cuando es mi única pista de que los picamaderos norteamericanos siguen vivos en su bosque afligido.

Rodeado por troncos rotos, pienso en la destrucción y la regeneración. La pérdida de los árboles se siente trágica. Pero sé que no es el final de la historia. En unos años, de los árboles tumbados van a brotan setas (Pleurotus sp.)—deliciosas salteadas con ajo—mientras los álamos poco a poco se convertirán en tierra. Tal vez un tronco hueco le vaya a dar abrigo invernal a un puercoespín. ¿Y el año que viene, van a rebrotar los tocones de los álamos que rompió el viento, tal como lo hacen cuando los castores los talan? A pesar de los vientos catastróficos, mucho del bosque sigue en pie. Y si las condiciones le permiten al río que se inunde, alguna primavera va a traer nuevos sedimentos mientras la seda de los álamos esté volando por la brisa, y una nueva generación del bosque va a emerger.
Hilos de historia

Pronto el otoño me lleva al sur, a la casa que comparto con mi pareja en Oaxaca, México. Pero los picamaderos norteamericanos se quedan conmigo; el bosque de los álamos se queda conmigo, impreso en mi corazón y en mi mente. A veces dejo mi imaginación deambular entre los árboles, sin saber qué voy a encontrar: una familia de picamaderos, el nido de un gorrión cantor, nueva actividad de castores por el río, una nueva historia en esta complejidad sin palabras.

Mientras escribo durante el invierno, junto hilos de historia—lugares especiales en la naturaleza como este bosque de álamo, la llamada de un tirano chibiú (Tyrannus vociferans), el cáñamo americano que crece por el río y las aves del crepúsculo en la selva oaxaqueña—intentando encontrar el sentido entre las paradojas de mi vida. Amar a personas y lugares conectados por combustible de avión mientras el cambio climático desata incendios forestales, sequías y huracanes catastróficos. Integrarme en esta comunidad huatulqueña mientras la expansión turística sube los precios, destroza manglares y cambia formas tradicionales de vivir. Buscar una relación sana con la tierra y con mis vecinos mientras multimillonarios y corporaciones masivas amenazan todo en su avaricia por ganancias.
La historia está en nuestros huesos

Sigo pensando en los picamaderos norteamericanos mientras leo el libro de Osprey Oreille Lake The Story is in Our Bones: How Worldviews and Climate Justice Can Remake a World in Crisis [La historia está en nuestros huesos: cómo las cosmovisiones y la justicia climática puede rehacer un mundo en crisis]. Escribe:
…Cuando respiramos profundo y nos detenemos para pensarlo bien, las cosas que realmente nos hacen la vida posible y alegre muchas veces no son las cosas que dependen del extractivismo, o de las cosas que podemos comprar. La fotosíntesis, el ciclo hidrológico, el amor, la amistad, caminar en la belleza de la naturaleza, el apoyo mutuo, compartir historias y comida—todas estas son cosas que se pueden hacer sin gastar dinero. En la cosmovisión de la actual cultura dominante, que mercantiliza todo y sólo valora las cosas por su supuesto valor económico, nos alejamos de las cosas que son libremente dadas—las flores silvestres y los glaciares están exiliados a lo superfluo ya que no tienen asignado un valor monetario. En la cultura de la mercantilización se nos enseña a perder el respeto y el aprecio por muchos tesoros no monetarios.

Para contrarrestar esta cosmovisión económica rapaz, podemos trabajar para restaurar lo que muchos han llamado una economía de regalo—un sistema que muchos de nuestros antepasados utilizaban, que algunas comunidades aún practican hoy, un sistema que ha llamado la atención de una red creciente de líderes. Uno de los principios centrales es no acaparar la riqueza; sino más bien, la estructura de la economía de regalo conlleva el entendimiento de que la única manera en la que la ecología viva de un lugar y una comunidad pueda sobrevivir y prosperar es a través del apoyo mutuo. Al crear y dar regalos y mover esos regalos a través de la comunidad, aseguramos el bienestar de nuestros parientes humanos y no humanos. La esencia de este modelo de intercambio es alinear nuestras economías con las leyes naturales de la Tierra y de nuestros vecinos.
En las comunidades donde se ha practicado una economía de regalo, los bienes no se cambian por dinero ni por otros bienes sino se dan sin ningún acuerdo explícito de inmediatamente devolver nada. Existe una expectativa sobreentendida de que la persona que reciba el regalo también vaya a dar en algún momento en el futuro, ya sea un regalo de reciprocidad al dador, a otra persona, a la tierra o a la comunidad entera, y hasta que pase eso, la persona se quedará en un estado de deuda positiva. Mientras que la deuda es algo incómodo para los que vivimos en una economía de mercado, en una economía de regalo, la deuda es lo que conecta a uno al dador y a la comunidad entera, creando con intención una atmósfera de reciprocidad continua.
Una economía de regalo
Me parece cierto lo que escribe Osprey. Lo he experimentado mucho en Oaxaca, este tipo de generosidad sincera. El regalo de una mazorca de maíz criollo, una invitación a compartir comida. Un desconocido que me invita a visitar su rancho. Un vaso de mezcal, una conversación sin prisa, un “esta es tu casa.” Tratar de pagar estos regalos con dinero en muchos casos sería un insulto. Y así me quedo endeudado y agradecido para siempre. Si algo que he aprendido de los cantos de las aves es de interés, lo comparto. Cuando el abuelo Teo nos regala naranjas de su terreno, las compartimos. Cuando estamos de visita, ayudo con los platos y la leña. No para pagar la generosidad, porque nunca se puede, sino para que el regalo siga adelante.
Así es con los picamaderos norteamericanos, también. ¿Cómo puedo recompensar el regalo de sus llamadas salvajes en el viento de abril? Me han mostrado su hogar, me han confiado con su cría. Me han ayudado a ver la magia de este bosque. Recompensar el regalo sería imposible: me quedo endeudado con los picamaderos norteamericanos para siempre. Pero sí puedo intentar reciprocar, de alguna manera. Proteger el secreto de su nido; compartir el amor por su bosque. Invitarte a ti, también, a practicar una economía de regalo con los picamaderos norteamericanos.

El canto del tecolote del oeste

Es una noche estrellada en abril de 2025, casi exactamente un año después de que primero conocí a los picamaderos. Es una de esas noches cuando empieza a caer hielo tan pronto como se pone el sol. En un bosquecillo de álamos cerca de un arroyo en las estribaciones de la cordillera de la Montana occidental, un tecolote del oeste da su canto acelerado mientras el agua corre a través de piedras pulidas que se formaron hace más de mil millones de años. Me pregunto si ya ha encontrado una pareja, o si sigue buscándola. Me pregunto si los picamaderos norteamericanos le han dejado una cavidad de anidación entre estos álamos, excavada bocado a bocado del corazón de un árbol muerto.

Cada primavera, los picamaderos tallan nuevos huecos, y los regalos siguen por años después. Como mencioné antes, aportan hogares donde antes no existían para tecolotes del oeste, mergos cresta blanca (Lophodytes cucullatus), patos islándicos (Bucephala islandica) y cernícalos americanos (Falco sparverius). Esta es tu casa. El canto del tecolote del oeste sigue a través de la noche helada: un canto moldeado por arroyos alimentados por la nieve, las siluetas de álamos viejos, el regalo de los picamaderos norteamericanos. En el canto suave del tecolote, me imagino que escucho un “gracias.”
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Bull, E.L. y J.A. Jackson. (2020). Pileated woodpecker (Dryocopus pileatus), versión 1.0. En Birds of the World (A.F. Poole, editor). Cornell Lab of Ornithology, Ithaca, NY, EU. https://birdsoftheworld.org/bow/species/pilwoo/cur/introduction