

Es una mañana fresca en las afueras de Santa María Huatulco, Oaxaca. Las farolas todavía brillan contra la oscuridad menguante, iluminando el camino y el puente donde los camiones y las motos cruzan el Río Huatulco. Pero al este, las nubes ya están rosas, anticipando la salida del sol.
La banda sonora de esta hora y este lugar está dominada por los gallos domésticos y el borboteo del agua. En la distancia, los zanates mayores (Quiscalus mexicanus) están dando sus notas agudas. Un mirlo dorso canela (Turdus rufopalliatus) se percha en las gravillas del río y susurra un silbido melancólico. Y un playero alzacolita (Actitis macularius) da su rápido “pidip,” meciendo su cola sobre las ondas.
Escuchando al Río Huatulco

El Río Huatulco tiene muchas voces—e historias infinitas. El agua conversa con las piedras, borboteando y chorreando, siempre corriendo hacia el océano. A veces el agua ruge terriblemente, como pasó aquí hace dos años. El Huracán Agatha vino con furia, llevando puentes y árboles grandes, dejando un cauce pedregoso y abierto.
Supongo que las voces del río eran diferentes antes, aunque no las conocí entonces. Ya las plantas están recuperando, paso a paso, llenando el curso soleado. Es un proceso que llevará décadas antes de tener árboles grandes en las orillas otra vez. Pero mientras tanto, la vida en su diversidad sigue. Y el río sigue, hablándonos en las voces de agua y piedra, de chicharra y grillo, de ave y ardilla, de la brisa por el dosel.
Las historias del río

Escuchando al río, quizás podemos sentir las historias innumerables que él podría contarnos. Hay historias de la importancia del agua, de qué tan fundamental es ella para la vida, de cómo sufrimos cuando ella nos falta. Hay historias de la conexión, de que el agua está en cada ser vivo del planeta, de la abundancia de la vida que habita aquí en la orilla. Y hay historias de la agricultura sustentable, de los cafetales y naranjales, de los plátanos y guanábanos, de tanta diversidad de alimentos que se cultivan por aquí, por dentro del bosque.
Pero entre esta infinidad de las historias que el río podría contarnos, esta vez vamos a enfocarnos en las voces mismas. Como los episodios del otoño pasado por el Río Niobrara en Estados Unidos y por el Parque Kokanee Glacier en Canadá, conozcamos al Río Huatulco por un retrato de sus seres y sus sonidos.
La ceiba y el luis bienteveo

He estado siguiendo el camino aguas arriba por cuarenta minutos cuando llego a otro puente. Estoy por un tramo del río donde las casas y los gallos son escasos, y la mañana está inundada por las voces de las aves, una celebración cantada.

Una sugerencia de neblina sube despacio desde un remanso en el río, el vapor bailando en la luz de la mañana. Ante el puente hay una gran ceiba que toca el cielo con su dosel frondoso. El cambio hacia la primavera está evidente en sus hojas nuevas, tiernas y del color de cobre. Y ahí entre sus ramas, un luis bienteveo (Pitangus sulphuratus) está cantando, la voz más evidente del coro de aves. ¿Lo escuchas, ese “bien te veo” insistente y repetido?
Ya sigo el río aguas abajo, pasando un parche de bambú con sus elegantes tallos dorados. Un papayo al borde de la selva tiene varias frutas inmaduras, colgando en el tronco. Una ya tiene un hueco donde alguna ave, tal vez una calandria, estaba alimentándose.
Un mirlo y un momoto

Un mirlo dorso canela está perchado en un árbol sobre la orilla, dando silbidos pensativos. En la distancia podemos escuchar otras aves—caciques mexicanos (Cassiculus melanicterus), saltadores grises mesoamericanos (Saltator grandis) y saltadores cabeza negra (Saltator atriceps), una paloma arroyera (Leptotila verreauxi), unas chachalacas pálidas (Ortalis poliocephala). Vamos a regresar a unas de estas voces más adelante. Otro mirlo dorso canela está contestando al individuo cercano con el mismo tipo de silbido.

De repente, una forma delgada planea a través del río y aterriza en una rama. Es un momoto corona canela (Momotus mexicanus), un ave vestida en los colores suaves del bosque. Su espalda tiene los verdes del plátano y del guarumbo (Cecropia sp.); su gorra está pintada con las tonalidades del barro. Detrás de su ojo está un parche de negro y azul oscuro, las sombras nocturnas rodeadas por el cielo al anochecer.
El momoto mueve su cola de lado a lado. Los mirlos dorso canela siguen llamando. Y entonces el momoto empieza a cantar, una nota grave y áspera que repite cada rato. Por aquí se le conoce como el pájaro burro por este canto, grave como la voz de un burro.
Aunque he visto los momotos por todo el invierno en esta área, sólo empecé a escuchar sus cantos de burro hace unos días, ya que estamos a mediados de marzo. Como las hojas nuevas de la ceiba por el puente, este canto parece ser una señal de la primavera.
La conversación de las aves, aquí y ahora

Sigo el río, pasando una curva, y llego a un lugar donde un palo mulato (Bursera sp.) extiende sus ramas rojizas. El árbol parece desnudo así sin hojas. Su corteza está pelándose en láminas oxidadas. Y aquí las voces de las aves son todo un alboroto, una cacofonía contundente de sonidos que se unen a la conversación tranquila entre agua y piedra.
La conversación siempre es única, la firma de este lugar de la tierra en este momento particular. Me hace pensar en algo que mi amiga Mayuko Fujino escribió recientemente. Mayuko, una increíble artista y aficionada de la naturaleza, creció en Japón y ya vive en el Valle Hudson de Nueva York, Estados Unidos. Considerando las aves y cómo cada momento en la naturaleza es único, recientemente escribió del concepto japonés de ichi-go ichi-e, la idea de que cada momento en la vida es irrepetible y especial. Yo no podría pensar en una mejor manera para describir la banda sonora de este lugar.
Conociendo las voces de la conversación universal

A la vez, las voces únicas de aquí y ahora forman parte de algo universal, la identidad sonora que tiene cada lugar en la naturaleza, compuesta de las voces del viento y del agua, de las aves y los insectos, del coyote y del puma. A veces puede ser sutil. Durante el invierno frío del paisaje donde vivo en Montana, EU, a lo mejor no es nada más que una urraca solita llamando entre los susurros del viento. Pero una mañana en mayo o junio en aquel tierra distante al norte, es imposible de ignorar, una surgencia de música cantada principalmente por las aves reproductivas. Cantan por las montañas, por los bosques ribereños de álamos y sauces, a lo largo de las llanuras donde anidan los praderos del oeste (Sturnella neglecta) y los gorriones cola blanca (Pooecetes gramineus).
Aquí en Oaxaca, la mayoría de las aves reproductivas son diferentes, pero las voces son parte de la misma conversación, esta surgencia de canto y de sonido que define y conecta cada lugar del planeta. Puedes escucharla desde los capulines y guanacastles por los ríos, desde los nopales y mezquites por los matorrales, desde las copas de la diversidad increíble de árboles por la selva.
Es una música que la puedes apreciar sin entenderla. Y hasta si sólo escuchas así, es hermosa. Pero es más que sólo una colección de sonidos agradables. El río, las aves, los insectos: son nuestros vecinos, y nos están hablando. Y si poco a poco vamos conociendo a las voces, pues vienen a ser no sólo belleza, sino también algo de conexión: un profundo manantial de historias, una sinfonía de voces familiares. El canto de cada ave tiene una historia.
Las voces de la naturaleza

Este episodio marca el comienzo de un nuevo hilo en el tejido de historias, temas y conexiones que es Wild With Nature. Con todos los relatos que les comparto en este podcast—que celebran los personajes únicos de varios lugares en la tierra, que hablan de la conexión con la naturaleza, de aves y plantas, de insectos y migraciones, de personas y sus historias—ya voy a empezar a incorporar con más intención este tema de las voces de la naturaleza. No es algo completamente nuevo. Lo hablé directamente en El Canto de la Tierra, un episodio del verano pasado. Y en varias otras historias, he entrelazado las voces de las aves y los sonidos de la naturaleza. Pero ya lo haré más a menudo y con más atención.
Dos luises bienteveo ya empiezan a hablar otra vez. ¿Los escuchas, sus ruidosos bienteveos obvios a pesar de tantas otras aves? Por los últimos minutos, han estado callados pero ocupados, trayendo ramitas y flores filamentosas a una horcadura en el palo mulato. Ahí están construyendo un nido.
Conocer las voces de las aves
Ahora te voy a presentar a unas aves más de este coro. Escuchemos el saltapared feliz (Pheugopedius felix), con su silbido lindo.
(16:05 en el podcast)
Nota como repite la misma frase varias veces.
Ya escuchemos el otro canto muy silbado en este coro, el saltador gris mesoamericano.
(16:42 en el podcast)
No repite la frase enseguida como el saltapared feliz, y cada frase suena como una pregunta.
Otra ave estaba vocalizando al inicio de esta grabación: el luisito común (Myiozetetes similis), una especie que conocimos en el podcast de febrero en Oaxaca ciudad. Se ve como un pequeño luis bienteveo, pero los sonidos son muy diferentes. Aquí están los chillidos del luisito.
(17:30 en el podcast)

Ya, para compararlo, escuchemos el luis bienteveo otra vez.
(17:52 en el podcast)
¡Muy bien! Ya estamos casi listos para escuchar la grabación entera desde el palo mulato otra vez, esta vez con los oídos afinados. Pero primero conozcamos a un ave más, el saltador cabeza negra. Es pariente del saltador gris mesoamericano, ese que tiene los silbidos como preguntas. Pero este canto es muy diferente, un charloteo ruidoso que acelera.
(18:22 en el podcast)
Escuchando las voces en el coro

Y ya regresemos al palo mulato donde los luises bienteveo están construyendo su nido. Escuchemos otra vez. ¿Puedes oír el luisito común al inicio? ¿Escuchas el canto repetido del saltapared feliz? El saltador gris mesoamericano está muy distante, cantando su preguntas desde una maraña soleada bajo los guarumbos. Pero los saltadores cabeza negra están justo al otro lado del río, dando sus cantos ruidosos cada rato. ¿Escuchas otras aves, también?
Si no captaste todas las voces de las aves, no te preocupes—puede ser difícil al inicio, pero con práctica se vuelve más fácil. En los episodios que vienen, voy a seguir explorando este tema de las voces de la naturaleza. A veces voy a prestar atención a los detalles—y otras veces, sólo voy a hacer un espacio para sentir la magia.
Magia por el Río Huatulco

Porque hay magia aquí, sin duda. Quizás podemos encontrarla en la conversación entre agua y piedra. En el bienteveo de los luises, hablando desde la ceiba y desde el palo mulato. En los silbidos pensativos de los mirlos dorso canela. Las llamadas del momoto corona canela, el pájaro burro. En el chirrido del luisito. El canto del saltapared feliz. En las preguntas del saltador gris mesoamericano. Y en el canto ruidoso del saltador cabeza negra.
Así te dejo con estas voces del Río Huatulco, con esta grabación de unos momentos fugaces y únicos, este ichi-go ichi-e de la conversación universal de la naturaleza. Y cuando termines de escuchar, sal en la mañana por un parche de árboles o plantas que está cerca de ti, y escucha. Espero que encuentres la magia, también.